Reportajes

La tribu perdida, poblados Zafimaniry, Patrimonio de la Humanidad

Aislados de todo y de todos, los zafimaniry siguen siendo garantes de las últimas tradiciones ancestrales traídas hace dos milenios de la lejana Indonesia por los primeros pobladores de Madagascar. Su modo de vida y su perseverancia, han sido reconocidos por la UNESCO que los ha declarado Patrimonio Oral de la Humanidad.

Por Sergi Formentin
Fotografías: Joan Biosca, Lola Molero ©IndigoBe Madagascar


Aislados de todo y de todos, los zafimaniry siguen siendo garantes de las últimas tradiciones ancestrales traídas hace dos milenios de la lejana Indonesia por los primeros pobladores de Madagascar.
Su modo de vida y su perseverancia, han sido reconocidos por la UNESCO que los ha declarado Patrimonio Oral de la Humanidad.

© IndigoBe Madagascar
© IndigoBe Madagascar

Al alba, las luces del amanecer luchan por dejarse ver en medio de la bruma matutina. Se escuchan los ahogados cantos de algunos gallos atrevidos y se vislumbran siluetas de mujeres enfundadas en lambas de colores. Algunos niños empiezan a corretear por las callejuelas del poblado de Faliarivo al tiempo que los ancianos envueltos en mantas se saludan desde las ventanas de las chozas de madera. Hay humos que escapan de todas las ventanas entreabiertas y el sol empieza a ganar lentamente la partida a la niebla. Pero todo empezó mucho antes, a las puertas del País Zafimaniry.

A 50 kilómetros sureste de la ciudad Betsileo de Ambositra, empieza el País Zafimaniry, constituido por 52 poblados repartidos caprichosamente entre valles, montañas y selva. Recorremos 12 kilómetros de asfalto por la RN7 en dirección sur hasta llegar al poblado Betsileo de Ivato Centre, desde donde la pista de tierra nos llevará hasta la aldea de Amblandingana, a las puertas del País Zafimaniry y punto de partida y llegada de la mayoría de trekking que recorren estos poblados y montañas refugio de los últimos animistas.

Marc y Brigitte son extraños pero entrañables. Abandonaron su Francia natal un día, hace ya más de 10 años, empeñados en dar la vuelta al mundo hasta encontrar ese rincón perdido en el que levantar una casa imposible, y permanecer en ella para siempre. Pero su viaje empezó y terminó entre estas montañas. Llegaron a Madagascar, bajaron hasta Ambositra, oyeron hablar de los zafimaniry y visitaron la región. Les gustaron unos terrenos sobre unas colinas, rodeados de arrozales y protegidos por un bosque de ecucaliptus.

Los compraron, sin saber muy bien qué harían con ellos. Más tarde conocieron a otros locos como ellos, otros vagabundos en busca de hogares imposibles que les aseguraron que iban a traer turistas a estos parajes olvidados por todo el mundo. Y entre
locos se comprendieron, unieron sueños, unieron ambiciones y cada uno a su manera, cumplió con su parte del trato. Así nació el Ecolodge Sous Le Soleil de Mada, y así se creó poco a poco la leyenda del país zafimaniry.

Faliarivo_zafimanry
© Lola Molero

Por la mañana temprano salimos de Ambalandingana, y recorremos 10 kilómetros en llano hasta llegar a la capital de los zafimaniry, el poblado de Antoetra. Desde aquí, los senderos de montaña nos llevan a penetrar en el corazón de esta etnia animista. Tras 4 kilómetros de toboganes, llegamos a la aldea de Ifasina, primer contacto con los indolentes zafimaniry. El poblado son un centenar de casas de madera con techos de palma, en lo más hondo de un angosto valle, rodeado de pequeños cultivos de arroz silvestre, maiz y boniatos. Los zafimaniry no son ganaderos, tampoco agricultores, las condiciones en las que viven y la orografía caprichosa de su región aislada les ha convertido en ebanistas, artesanos madereros capaces de crear la más bella artesanía del Hemisferio Sur.

Los zafimaniry se rigen por criterios naturales, su animismo se cimenta en el respeto por las fuerzas de la Naturaleza y el respeto a los ancestros, verdaderas divinidades del universo espiritual zafimaniry.

De nuevo Faliarivo.En cada poblado existe un jefe de aldea, un respetado anciano al que se le consultan todas las acciones individuales o colectivas. El jefe de poblado de Faliarivo es un hombre de más de ochenta años; manos callosas, barbilampiño, pómulos marcados y ojos de mirada profunda. Me escudriña unos minutos antes de invitarme a sentarme con él en su choza ahumada.

Zafimaniry_1
© Lola Molero

La historia Zafimaniry comenzó hace más de dos mil años, cuando diversas comunidades emigraron de las islas indonesias y tras cien años de viajes y escalas, dieron con las costas malgaches. La etnia que resultó de estas migraciones y mestizajes se conoció como Betsileo. Una pequeña parte de esta etnia se instaló en las montañas, mientras el grupo más numeroso ocupó los fértiles valles de las Tierras Altas, entre las actuales ciudades de Ambositra y Ambalavao. Pero con la llegada del cristianismo a Madagascar, las cosas empezaron a cambiar. Los Betsileo de los valles se convirtieron rápidamente a la nueva religión e intentaron convertir a la fuerza a sus “primos” de las montañas. Estos se refugiaron todavía más adentro de los macizos, entre inaccesibles acantilados y pistas imposibles. Allí fue donde cuenta la leyenda que el “libertador” Maniry, le dijo a su pueblo: “vosotros sois los últimos hombres puros, y debeis vivir como vuestros ancestros; resistid, el camino de nuestro pueblo es la tradición”. Así empezaron las guerras con los otros betsileo, también con los poderosos merina de Antananarivo ,por entonces ya unificadores de casi toda la isla, y así fue como los descendientes de Maniry, se convirtieron en una tribu olvidada, perdida entre valles y montes, garantes de las ultimas tradiciones traídas de allende de los mares. Una tribu todavía hoy no reconocida como tal por el resto de malgaches. Muchos ignoran incluso su existencia. Otros les consideran todavía betsileo escindidos.

Zafimaniry
© IndigoBe Madagascar

Pero los zafimaniry son mucho más que eso, aunque para conocerles, hay que caminar, hay que atravesar selvas, bosques y montañas, hay que renunciar al confort por unos días, hay que adaptarse en cuerpo y mente y sobre todo, hay que ganarse su respeto y confianza para poder acceder a sus misterios. Su universo natural y animista, gira en torno de los secretos bien guardados durante generaciones. Los zafimaniry no suelen mezclarse con otras etnias, hablan un dialecto del malgache algo diferente a sus vecinos betsileo y sobre todo, respetan las creencias que los otros pueblos malgaches fueron perdiendo o mezclando con las nuevas religiones importadas, catolicismo, protestantismo, Islam…
Pero los zafimaniry no se quejan, no esperan nada del progreso, ni quieren ayudas ni
adelantos, simplemente, desean vivir tranquilos en sus montañas, como hicieron desde siempre sus antepasados. Pese a eso, son un pueblo acogedor y hospitalario, una etnia orgullosa, de costumbres sencillas, donde el presente y el futuro no se conciben sin el pasado. La referencia es siempre su historia, la tradición oral, las consignas dadas por los ancestros a los ancianos jefes de poblado capaces de comunicarse con las voces de los antepasados en una curiosa ceremonia que se repite constantemente y a diario en todas las aldeas. De Faliarivo los buenos senderistas pueden acceder sin problemas a Tetezandrouta y Sakaivo, atravesando paisajes de arrozales en terraza y colinas sagradas. A lo lejos, escondidos entre valles selváticos se ocultan los poblados de Kidodo (temido por casi todos los zafi maniry a causa de una oscura historia de hechicería), Maharivo, Votohamandry, Ambohinarivo, Ambatolampe (donde se encuentran los mejores ebanistas), Amboihitombo…

trek_zafimaniry
© IndigoBe Madagascar

Así hasta 52 reductos del pasado, templos vivientes de la tradición oral de una isla surrealista en el que las culturas están en continuo movimiento y en la que las cosas, por mucho que parezca que cambian, al fi nal, no cambian nunca.
Llegamos de nuevo a Antoetra tras varios días de trekking por los montes zafimaniry, cansados, polvorientos, ansiosos de encontrar refugio de nuevo en el ecolodge de Ambalandingana, pero con la irrepetible sensación de haber realizado un viaje en el tiempo al alcance de muy pocos viajeros.

Fuentes: IndigoBe Magazine. © Todos los derechos reservados

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